4.05.2009

domingo al mediodía

El otro día follé con la hija de mi jefe. La tipa es espantosa, pero es la hija del hijueputa ese. Tiene esos aires de persona muerta. Es pálida, como una hoja de papel y el aliento le huele a plomo. En realidad adoro follármela, es sólo que no me gusta que diga mi nombre tantas veces, ni que me diga que me ama como nadie. A mí las tipas no me aman, me necesitan. Así que ya no lo haré con ella otra vez. Puede ser que yo también llegue a amarla, porque es fea y tiene dinero.
Hoy me pidió que la fuera a buscar a la iglesia. No fui, y para olvidarla salí a comer lejos de la ciudad. Noventa kilómetros recorrí a ochenta kilómetros por hora. Llegué al restaurante y esperé una mesa, iba con la hermana de un amigo. Cuando nos dieron la mesa pedimos chorizos ahumados y el asado completo. Nos trajeron una bandeja con carbones encendidos debajo. La carne hacía un ruido tsssssss. Sacaba un olor exquisito a sangre quemándose.
Me gustaría tener un restaurante a la orilla de la carretera, igual que ese. Pondría música de motociclistas. Música ruda y no la que oyen los pendejos de ahora. Rock'n roll y blue grass. Lo normal.
Eso es: tener un lugar al lado del camino y hacer vida con una mujer que conduzca un camión. Una que haga sonar el claxon cuando pase, para que sepa que tengo que arreglar la cama. Y ver que todos coman sus platos hirviendo, mientras se juran a sí mismos que no follaran otra vez con la hija de su jefe.
Joder, hace calor y no creo que pueda ni siquiera levantarme a mear la cervezas.